El Tantra nos acerca a nuestro verdadero Yo, abriéndonos a la vulnerabilidad, rindiéndonos al amor, entregándonos completamente a la vida.
El tantra te acompaña amorosamente hacia tu interior para traer consciencia y luz a las heridas del pasado, a las creencias limitantes y a las sombras del miedo. Además de liberarte de emociones reprimidas, el tantra te libera de las creencias sociales y religiosas que te dificultan vivir una sexualidad plena y satisfactoria.
Uno de los puntos principales del Tantra es la utilización de la Energía Sexual como expresión de la divinidad interna. A través del placer y del gozo puedes armonizar y unificar tu dualidad interna; energía masculina y energía femenina; alcanzando estados de éxtasis profundos, de conexión con uno mismo, con los demás y con la existencia misma.
La práctica del tantra tiene como objetivo conocerse y alcanzar armonía con el fin de transmitirla a los que nos rodean. Para lograr esta armonía, esa integración, es necesario el conocimiento profundo de uno mismo y para entregarse a los demás hay que superar las limitaciones que impiden relacionarse con plenitud. La práctica del tantra consiste en el estudio de uno mismo, es un camino de autoconocimiento.
Tantra es el camino de no más aprendizaje. Es volver la mirada sobre uno mismo para encontrar las claves del funcionamiento de nuestro propio ser. Es dejar de buscar en los libros el conocimiento de lo general (gñaña yoga) para intentar conocernos, para buscar en nuestro propio texto para conocernos efectivamente.
¿Qué propone en concreto el sexo tántrico?
Sobre todo, tomar la unión sexual de una pareja de amantes como algo que trasciende el puro nivel físico y se convierte en algo más profundo. Para los tántricos, el sexo, igual que sucede con el yoga o con la meditación, es una vía, un camino para llegar a un estado de conciencia más elevado y espiritual. Bajo el epígrafe hacer el amor, los tántricos incluyen 64 artes amatorias. Cantar es hacer el amor, bailar, tocar instrumentos musicales, tatuar, arreglar flores, leer, preparar adornos, argumentar y razonar, cocinar, hacer gimnasia y otras tantas artes hasta llegar a 64. Alguien podría pensar “ahora entiendo lo de Sting”, pero no. También hay orgasmos, y al parecer muchos más que en el sexo tradicional. De hecho, estas prácticas amatorias se proponen entre experiencia y experiencia orgásmica, que nunca son momentos de descarga sino de unión profunda.
Orgasmos sin eyaculación
El tantra propone tener experiencias orgásmicas sin llegar a eyacular, ya que cuanto más tiempo dedica el hombre a hacer el amor, más aumenta su energía sexual y más duran los sentimientos de excitación, deseo, hipersensibilidad y placer. Esto se consigue mediante un conjunto de técnicas que hay que entrenar preferentemente bajo las indicaciones de un maestro o instructor y que se centran en retrasar ese momento eyaculatorio que impediría a hombres y a mujeres seguir adelante con su sesión de amor.
Algunas técnicas son puramente mentales, como por ejemplo el control de la respiración. Ésta se acelera ante la inminencia de un orgasmo, de modo que inhalar y exhalar con calma y profundizar conscientemente este proceso puramente mecánico puede actuar de freno.
Si además ambos amantes permanecen muy quietos intentándose unir a través del corazón y los ojos, la energía sexual cambia su rumbo, que es lo que para el tántrico importa. Para los iniciados, la meditación o entonar unos sonidos también funcionan como freno.
Hay otras técnicas externas, físicas, que ayudan a tener este control. Tirar suavemente del escroto hacia abajo y mantenerlo así de diez a treinta segundos es una fórmula, que además puede hacer la mujer, para poner en suspense esos segundos en los que todo se precipita.
Presionar el llamado punto sagrado en el perineo, a unos siete centímetros de la base del pene, o el frenillo prepucial son también otras de las técnicas utilizadas para controlar ese momento. Con el tiempo, los practicantes del sexo tántrico aseguran que estos parones van acompañados, en el hombre, de orgasmos de calidad.
Alcanzar la ola
En las mujeres, existen cinco niveles de orgasmo: los dos primeros son sensaciones llamadas preorgásmicas, el tercero sería el orgasmo conocido como tal, el cuarto es el orgasmo múltiple o cadena de placeres consecutivos, y por último, existe el quinto, que los tántricos conocen como la ola de la felicidad.
Al parecer, se trata de un nivel de excitación que crece en intensidad, que alcanza cotas muy elevadas y que puede alargarse entre quince y veinte minutos. En el tantra se enseñan diferentes técnicas para estimular anatómicamente el punto G o punto sagrado, que junto con el clítoris conforman los dos polos esenciales del placer femenino.
El punto sagrado, situado a unos centímetros de la entrada de la vagina, se estimularía sobre todo de forma manual, más que con el pene o lingham. La mujer, igual que el hombre, es animada en el sexo tántrico a estar alerta sobre su respiración. Por ejemplo, un consejo extendido para aumentar la duración y el poder del placer es empezar a inhalar aire más o menos a mitad del camino hacia el pico del orgasmo. De este modo, la sensación de clímax se mantendrá todos los segundos en los que se toma aire. Después se recomienda exhalar, emitiendo un sonido tan fuerte como se desee.
Se llegue a un vínculo más o menos estrecho con la espiritualidad, lo cierto es que la filosofía que sugiere el sexo tántrico, y que aconseja cuidar el cuerpo como si fuera un templo, intentar generar energía positiva con la pareja, estimular los sentidos, cambiar los ritmos, aprender a meditar o a respirar con la pareja, es fácil de llevar a la práctica y aporta seguros beneficios.
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